Nunca me ha gustado la ciudad en la que me veo obligada a vivir. Tampoco me gusta la vida - por llamarlo de alguna manera - que llevo, ni el papel que tengo que interpretar.
He fantaseado con la idea del suicidio muchas veces, pero mi condición de inmortal me arrebata ese privilegio romántico reservado a los frágiles humanos.
Soy una exterminadora. Los mortales han aprendido a reconocernos y temernos. Extraño los tiempos en los que se podía pasar desapercibido entre ellos y disfrutar de los pequeños placeres de los que disfrutan ellos.
A menudo sueño que soy humana, que algún día, moriré como ellos. Una vez amé a un mortal, pero me abandonó cuando descubrió lo que era y tuve que eliminarlo. Aún no he logrado superarlo. Se supone que no debemos tener sentimientos, somos miembros de la Armada Inmortal, somos los encargados de mantener el orden y eliminar a los sujetos discordantes. Mi escuadrón tiene asignada una gran zona, se supone que hemos de patrullar por las calles y vigilar. A mi me aburre, con demasiada frecuencia me descubro contemplando el lugar donde una vez fui feliz con un hombre o espiando a un grupo, una pareja o una persona concreta. Me fascinan.
Físicamente somos iguales que ellos, el mismo aspecto, los mismos gestos. Pero nosotros no podemos sentir, estamos huecos o rellenos de cables y chips. Me sorprende que nuestros jefes sean también humanos. La última vez que intenté suicidarme les oí decir que yo tenía algún fallo, pero según ellos debía estar reparado, no podían entender qué me ocurría. Yo tampoco lo entiendo.
Ahora soy una fugitiva. Mi propio escuadrón intenta eliminarme. Al parecer soy una amenaza, algo que se sale del rígido sistema que han instaurado durante el paso de muchos años.
Sé que sólo soy una máquina, una cosa, un "it", pero desde el día en que lo eliminé a él, y puede que desde antes, descubrí que podía sentir. La solución fácil sería dejar que me atraparan, un reseteo o una desconexión y solucionado. Sin embargo, algo dentro de mí - puede que un cortocicuito, no lo sé - me empuja a huir.
Siento que él no merece que me deje morir. Creo que si yo desaparezco él desaparecerá para siempre y esa idea me parece algo atroz. Hace poco descubrí un sentimiento nuevo, venganza. Sé que fui yo quien acabó con él, mis propias manos fueron las que le arrebataron la vida y su último aliento fue para mí. Ya no quiero matar mortales, quiero exterminar a la Armada Inmortal y haré lo que sea para llegar a tal fin.
Pero quizá debería haber empezado por el principio:
Mi nombre es Naïs...