jueves, 7 de marzo de 2013

Mi regalo


La satisfacción plena. Eso era lo que mi hombre, sudoroso y terriblemente sexy había decidido regalarme aquella noche. Me acurruqué en mi lado de la cama, sobre su pecho, sintiendo el latir apresurado de su corazón y su respiración entrecortada. Mi cuerpo había decidido relajarse plenamente tras sucumbir una y otra vez al placer lujurioso y apenas podía moverme. Estaba cansada, pero una sonrisa bobalicona se había dibujado firmemente en mi cara. Las sábanas arrugadas y húmedas se arremolinaban bajo nosotros y yo no podía pensar en nada. Me sentía bien, deliciosamente bien. 

Tras varios minutos, no sé cuantos, mi cerebro decidió volver a funcionar, me sentía capaz de pensar de nuevo, y entonces sentí que estaba en deuda con él. Le abracé con fuerza y él respondió a mi abrazo y me besó tiernamente en la frente. Le miré y él me devolvió la mirada y me dedicó una sonrisa, mi sonrisa de respuesta fue inmediata, casi automática y aproximé mis labios a los suyos para besarle. ¡Dios mío, me encanta este hombre!

En ese momento quería darle todo, sentirme suya hasta el último centímetro de mi ser, hasta el último recoveco. Quería hacerle feliz, feliz a un nivel... inconmensurable.

Mientras jugueteaba con el pelo de su pecho desnudo, mi libido se había despertado de nuevo y comencé a dibujarle un collar de pequeños mordiscos y besos, fui deslizándome por su torso, acariciándolo y besándolo todo a mi paso. Me deleité con su ombligo, apoyando mis manos en sus caderas y se estremeció bajo mi cuerpo. Acarició mi pelo y suspiró mientras me miraba. Le dediqué una mirada lasciva, le deseaba. 

Seguí dibujando mi sendero de besos y su respiración se fue acelerando a medida que bajaba. Le miré una vez más, había anhelo en su mirada. Sabía lo que él quería y yo quería dárselo. Esbocé una sonrisa pícara y me acaricié con la lengua los labios. Una vez empecé, ninguno de los dos pudo pararlo, él gemía, suspiraba y me miraba, mientras seguía mi ritmo con su cuerpo, o más bien me guiaba. Sujetó mi cabeza con ambas manos, apretándome contra él, una y otra y otra vez. Me retiró el pelo de la cara y me obligó a mirarle. Ya no había vuelta atrás, el momento era palpable. 

¡Para! - suplicó con un susurro

Negué con la cabeza sin dejar de moverme y entre jadeos y suspiros dejé que se fuera. Me retiré y miré su rostro: Satisfacción plena. Me ovillé a su lado y nos rendimos al sueño. Ya no estábamos en deuda. Ya le había dado... mi regalo.

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